Alejandro Páez Varela
25/02/2013 - 12:01 am
El Ferrari Enzo del hijo de Romero Deschamps
Jodida memoria. Son tantos datos que no hay manera de que quepan todos. El 13 de abril de 2010, Carlos Loret de Mola publicó una columna que se llamaba “El Dueño de Pemex”. Narraba la historia de un Ferrari Enzo rojo que por esas fechas se detuvo a las puertas del Smith & Wolensky, uno […]
Jodida memoria. Son tantos datos que no hay manera de que quepan todos.
El 13 de abril de 2010, Carlos Loret de Mola publicó una columna que se llamaba “El Dueño de Pemex”. Narraba la historia de un Ferrari Enzo rojo que por esas fechas se detuvo a las puertas del Smith & Wolensky, uno de los restaurantes de carne más famosos y cotizados de Miami. ¿Lo recuerdan?
“Lo recibe el valet parking –decía Loret–, y para darle todavía más nivel al establecimiento, lo deja estacionado a un lado de la puerta.
“–¿De quién es el Ferrari?, pregunta el siguiente comensal, que llega en un automóvil mucho menos caro.
“–Es del dueño de Pemex”.
El Ferrari Enzo rojo, valuado entre tres y siete millones de dólares –los reportes difieren: este auto es el único que gana valor con el paso del tiempo–, es de José Carlos Romero Durán, hijo de Carlos Romero Deschamps, secretario general del sindicato petrolero.
Y casi tres años después, el auto sigue estacionado afuera de su domicilio, según recientes reportes periodísticos. Y parece que la flotilla de vehículos de colección ha crecido.
Uno olvida todo. Antes supimos (gracias a las redes sociales) (eso sí lo deben recordar) que Paulina, la hija del político del PRI (es actualmente Senador y uno de los brazos electorales de ese partido), viaja por el mundo con amigos y con sus perros en un jet privado. Y nos enteramos que Alejandro, otro de los hijos de este Romero Deschamps, es el administrador de una fortuna en propiedades digna de jeques árabes.
Pero es difícil recordar tanto. Como, por ejemplo, el último escándalo, el de hace unos días, publicado por Reforma: que Pemex le entregó 500 millones de pesos al dirigente sindical, y aunque sacan y sacan boletines todos sabemos a dónde fueron a dar.
Un reporte reciente dice ahora que los Romero tienen un castillo en Francia. No hay datos precisos de esto. Pero sí los hay de otras propiedades.
Que el dueño del Ferrari Enzo, José Carlos Romero Durán, así como su esposa María Fernanda Ocejo Garrido, tienen dos empresas de bienes raíces en Miami, según Tabasco Hoy. A través de las inmobiliarias, la pareja compró dos lujosos departamentos en un exclusivo edificio de Miami. El primero, el 12 de enero de 2005. Está en el número 5959 de Collins Avenue suite 3005, en la zona de South Beach. José Carlos, según esta información, pagó 2 millones 50 mil dólares.
Que el 1 de marzo de 2006, el hijo de Romero Deschamps compró otro departamento en el mismo edificio. Eso dice el último reporte. Se trata de la suite 1803, por la que pagó 5 millones 500 mil dólares. Por ambas propiedades sumadas pagó 7 millones 550 mil dólares.
¿Por qué nos suenan los nombres José Carlos Romero Durán y María Fernanda Ocejo Garrido? Porque se casaron el sábado 14 de junio de 2003 en la Ciudad de México, en la iglesia de San Fernando, con toda pompa y honor. Hace poco menos de diez años, ¿lo recuerda? Ya ni yo lo recordaba.
La ceremonia fue oficiada por el cura católico Onésimo Cepeda. Romero Deschamps contrató a la Orquesta de la Ciudad de México y a los coros de Bellas Artes para el evento. Todavía estaba vivo el priista Leonardo Rodríguez Alcaine, líder de la CTM; allí estuvo. Y estuvo también el entonces Senador Joel Ayala, otro priista, dirigente de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE) hasta el día de hoy.
La cúpula religiosa asistió, por supuesto –hablando de corruptos de altos vuelos–. Y panistas y priistas por igual. El Presidente era Vicente Fox Quesada.
También estuvieron representantes del gobierno del Estado de México, como el entonces Procurador, Jesús Alfonso Navarrete Prida, hoy Secretario del Trabajo de la administración de Enrique Peña Nieto.
Ahora recuerdo la imagen de un cura feliz: Onésimo Cepeda. Lanzaba chistes desde el púlpito: “Así como San Pedro fue fiel a una iglesia, los hombres deberían tener una sola vieja”, le dijo al hijo del sindicalista petrolero.
En algún momento –refresco mi memoria con Google–, a pesar de la seguridad (un centenar de policías privados, vestidos de pantalón gris, saco azul marino y camisa blanca), los reporteros se acercaron al dirigente.
El 1 de septiembre se le terminaba el fuero de Diputado federal. Le preguntaron que qué iba a hacer.
–Esto es una iglesia –dijo–. Más respeto…
Luego le insistieron sobre la posibilidad de que fuera desaforado incluso antes, por escándalos de corrupción relacionados con la elección del 2000.
–Me quieren desaforar desde hace dos años–, respondió, irónico. Irónico y con muchos güevos, como es él. La impunidad es el mejor abono de los güevos.
Romero se dio la media vuelta para celebrar el día feliz con otros asistentes: Miguel Ángel Yunes (sí, el que ahora está en el PAN); el abogado Juan Velázquez; el Secretario de Energía de Fox, Ernesto Martens; el entonces Gobernador de Hidalgo, Manuel Ángel Núñez Soto y el Senador Fidel Herrera Beltrán, después Gobernador de Veracruz. Y Raúl Muñoz Leos, aún Director de Pemex. Y Jesús Olvera Méndez, Diputado tamaulipeco implicado en el PemexGate.
¿PemexGate? Jodida memoria: sí, amigas y amigos: recuerden por favor: en 2001 se descubrió que fondos del sindicato de Pemex fueron usados para pagar la campaña presidencial de Francisco Labastida, candidato del PRI en 2000. El partidazo fue multado con mil millones de pesos. Como quitarle una iPad a Apple.
Jodida memoria, en serio. ¿Se imaginan con qué información llegó un chamaco de 18 años a la elección del 2012? Con la que le inyectaron los medios electrónicos e impresos más influyentes de México, es decir, con una hermosa historia de amor, de telenovela.
Por eso, un corrupto desvergonzado como Romero Deschamps puede seguir chupando nuestra riqueza petrolera sin que nadie diga nada. Por esta jodida memoria que tenemos los mexicanos (y porque pocos leen y demanda información) pueden seguir bailando jarabe tapatío sobre nuestra dignidad.
El Ferrari Enzo rojo. Pf, qué va. Vale poca cosa. Es apenas una nuez enjuta en medio de la nogalera podrida.
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